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Foto del escritorAaron Almansa

La realidad no existe

La realidad es un conjunto de acontecimientos externos que nuestra mente interpreta a través de las estructuras, relaciones sociales, e inputs cotidianos que recibimos de nuestro entorno. Nuestra forma de concebir el mundo viene determinada por el entorno social y la cultura de la que formamos parte, en donde existen agentes anónimos que captan nuestra atención y nos transmiten su interpretación de la realidad.


La interpretación de la realidad para muchas personas la condiciona su entorno familiar y de amigos, su periódico, canal de televisión o emisora de radio habitual, y en estos últimos años, la información digital y las redes sociales han amplificado mucho su impacto en nuestra percepción de lo que pasa.


Las plataformas sociales utilizan algoritmos basados en Inteligencia Artificial (IA) para personalizar nuestra experiencia. Estos modelos (algoritmos) seleccionan la información más adecuada a nuestro perfil, analizando nuestros comportamientos previos, obteniendo datos de personas con perfiles y gustos similares, identificando contenidos próximos, y aportando las tendencias del momento.

Con nuestras decisiones en entornos digitales al elegir a quién seguir, con quien conectar, o seleccionando contenidos personalizados en determinados medios, se crean burbujas de información que producen un aislamiento intelectual de los puntos de vista contrarios. Estas burbujas informativas, que en periodismo se conocen como cámaras de eco, refuerzan las visiones personales y “modelan” nuestra interpretación del mundo. Tenemos ejemplos a diario en política, deportes o incluso en la forma de reaccionar ante la pandemia y las vacunas del covid-19.


“Los modelos modelan nuestra interpretación de la realidad”


Nuestra atención selectiva capta aquella información que refuerza nuestras ideas, y apoyándonos en un dato, ejemplo o imagen favorable a la visión personal de un tema, ajustamos el resto de información a este punto de referencia hasta alcanzar una conclusión acorde a nuestro pensamiento. Incluso a veces vamos más allá, y puede aparecer el sesgo de confianza que nos lleva a creer que nuestros razonamientos son más correctos que los de otras personas.


Algunos estudios cuestionan esta influencia y defienden que las personas filtramos y contrastamos la información recibida, pero es innegable que nuestra mente es vaga, pragmática, y recurre a atajos para tomar decisiones o razonar con agilidad, rapidez y eficacia. Lo peor es que esto ocurre especialmente cuando no disponemos de tiempo o de datos suficientes, por lo que evidentemente este comportamiento nos induce a errores o interpretaciones sesgadas.


Aunque este efecto ya existía en el mundo analógico, se ha amplificado muchísimo en esta era digital, y es inquietante pensar que las plataformas y medios digitales están continuamente modelando nuestra concepción de la realidad, y que los algoritmos que utilizan, provocan en nuestra mente peligrosos atajos que nos llevan a interpretar la sociedad y a tomar decisiones, condicionados por el ruido y las sombras de las cámaras de eco.


La realidad objetiva no existe. Cada individuo la percibe de manera diferente en base a los ecos que recibe de su entorno, y a los filtros que es capaz de aplicar.


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